A veces las cosas que valen la pena no resultan muy fáciles. Ojalá no fuera así, pero con Mateo me he dado cuenta de que la mayoría de las veces así sucede, sobre todo en lo que a la crianza se refiere.
Hoy voy a platicarles de la primera batalla que tuvimos que sortear Mateo y yo. Duele decir que fue una batalla porque debió haber sido lo más bello y natural del mundo, pero ahora, tiempo después, reconozco una serie de acontecimientos que entorpecieron el camino. El inicio de nuestra lactancia.
Ya he mencionado en algún otro post que durante mi embarazo me preparaba para un parto natural, la idea de una cesárea me angustiaba. Al final todo terminó en eso: una cesárea. Y como era de esperarse cuando Mateo salió de mi vientre lo envolvieron, me lo acercaron para que le diera un beso y se lo llevaron a una mesita contigua a limpiarlo bajo la mirada atónita de su padre que se había olvidado por completo que debía tomar fotos (el pediatra tuvo que decirle: joven, no se le olviden las fotos jaja).
A mí me llevaron a recuperación, estuve casi dos horas ahí esperando que pasara el efecto de la anestesia. Cuando pude sentir y mover las piernas me llevaron al cuarto y unos minutos después me entregaron a Mateo. Estaba dormido, envuelto. Como la cesárea fue casi a a las 9 de la noche, no lo dejaron mucho tiempo conmigo.
En México, en los hospitales públicos, donde no hay privilegios, cada mamá se encarga de su recién nacido por las noches, claro, puede acompañarte alguien de tu confianza para ayudarte; en cambio, en los hospitales privados donde uno paga (y bastante) se encargan de hacerte todo más fácil (según ellos) y siempre hay enfermeras dispuestas a hacer por ti cualquier cosa, entre ellas darle de comer a tu bebé y cuidarlo por la noche para que uno pueda dormir. Yo tuve a Mateo en un hospital privado, y estas prácticas (ahora lo sé) fueron las más terminaron por afectarnos.
Sin siquiera consultarme o por lo menos avisarme, alimentaron a Mateo con leche de fórmula al poco tiempo de su nacimiento mientras yo me encontraba en recuperación. Cuando me lo llevaron al cuarto por primera vez estaba recién comidito y por supuesto muy dormido, en ese momento no me atreví a decir nada (pero debí haberlo hecho). Todavía recuerdo una de las ocasiones que la enfermera entró al cuarto con el biberón preparado para Mateo, yo le pregunté si el estarlo alimentando con biberón iba a afectar para que yo pudiera darle pecho, y su respuesta fue: "No tiene nada que ver. No va a afectar en nada". ¡Pero claro que tuvo todo que ver y claro que afectó en todo!
Otra de las malas prácticas fue llevarse a Mateo a dormir a los cuneros, pero más malo fue que yo no tuviera las fuerzas suficientes para pedir que no lo hicieran. Me duele mucho pensar que Mateo habrá llorado por las noches reclamando mi presencia, mi olor, mi voz, mis brazos, todo lo que él había conocido en los 9 meses de embarazo, tal vez lloró por horas durante la noche y nunca tuvo respuesta. No puedo escribir esto sin sentir ganas de llorar y lamentar lo cobarde que fui.
Mateo había pasado dos días alimentándose con leche de fórmula y había pasado dos largar noches lejos de mí, evidentemente, cuando llegamos a nuestra casa estábamos completamente desconectados el uno del otro, yo intentaba amamantarlo y no resultaba. Mateo lloraba, yo lloraba, mi esposo intentaba contenernos. En nuestra desesperación por no lograr que Mateo comiera de mi pecho le preparábamos biberones que devoraba y me entristecía más al pensar que sí aceptaba esa leche pero no la mía.
Así pasamos uno, dos, tres, cuatro días, y Mateo no quería comer de mi pecho. Recuerdo una noche en la que yo había estado llorando por la situación habló por teléfono mi mamá (había estado conmigo todo el día pero al tener que irse Mateo y yo nos encontrábamos muy desesperados, y llegando a su casa habló para saber cómo seguíamos) yo le decía que nada estaba bien, que estaba considerando la idea de dejar de intentar amamantarlo y optar por el biberón, le decía que Mateo aceptaba bien la leche de fórmula y que yo conocía muchos niños que no habían sido amamantados y que habían crecido bien y sanos, que tal vez no valía la pena tanta dificultad. Mi mamá me escuchó pacientemente y al terminar de hablar yo guardó un lago silencio, yo esperaba que me respondiera algo rápidamente pero sólo escuchaba a lo lejos a mi papá que le decía: "dile que tiene que seguir intentando", y por fin mi mamá habló y me dijo: "Adriana, yo no puedo aconsejarte que dejes de intentarlo, pierdes mucho tú y pierde mucho el niño". Obviamente, en esa llamada no encontré lo que buscaba, no me dieron por mi lado. Por su parte mi esposo hacía todo lo posible por apoyarme, me ayudaba a sacarme leche, calmaba a Mateo cuando lo ponía frente al pecho y empezaba a llorar, me alentaba y me reconfortaba.
No me explico por qué razón no me di por vencida, tal vez fue algo inconsciente, un instinto, pero seguí. Pasaba todo el día con Mateo en brazos, pegado a mi pecho, y al cuarto día de nacido, acompañada por mi mamá y una tía que vino a visitarme, Mateo logró engancharse al pecho. No puedo describir la alegría que sentí, estaba impactada viéndolo comer de mí, y de ahí en adelante siguió haciéndolo aunque en cada toma siempre tardaba un poco en engancharse bien.
Pero, empecé a sufrir mucho dolor, empezaron a aparecerme grietas en los pezones y sentía un ardor en todo el pecho cuando Mateo comía, pensé que era normal, que así eran los primeros días y que se me iba a pasar. Pero no fue así. Mateo ya había cumplido un mes de nacido y todas las molestías seguían. Fue entonces donde empecé a buscar información en internet y di con la página de La Liga de la Leche donde encontré la información que necesitaba para ir corrigiendo poco a poco lo que me provocaba las molestias. Para cuando Mateo tenía 2 meses y medio ya éramos unos expertos, a partir de entonces empecé a disfrutar realmente lo que es amamantar, y en adelante ha sido una gran experiencia.
Lamento mucho no haberme informado antes, desde el embarazo, lamento que hayamos tenido que sufrir para llegar disfrutar. Pero lamento más que muchas mamás pasan por lo mismo y nunca encuentran la ayuda ni la asesoría que necesitan y el dar pecho empieza a verse como algo muy difícil, doloroso. Veo como para las mamás de mi generación amamantar ya no es una opción, a la primera dificultad deciden dejarlo. Cada vez resulta más extraño ver a una mujer amamantar en público. El dar pecho se ha vuelto algo que practicaron nuestras abuelas, creemos que la modernidad ha llegado y que amamantar es algo arcaico. La humanidad entera ha sobrevivido gracias a la leche materna y ahora nos parece algo poco vigente.
Hoy, como nunca antes, amamantar se ha vuelto algo fastidioso, ocupa mucho tiempo, mucho esfuerzo. Nos pesa el no poder separarnos de nuestro bebé para cumplir con las otras facetas que nos hacen sentir completas como mujeres, ser esposa, trabajar, nuestra vida social, etc. Nos han vendido la idea de que si amamantamos tenemos que dejarlo todo, pero no es así. Se requiere más esfuerzo, más imaginación, más disponbilidad, es cierto, pero la satisfacción es también más. Y las mujeres sabemos sortear bastante bien cuando se trata de hacer varias cosas a la vez.
Hoy existen profesionales y especialistas que ayudan a las mujeres a regresar a su naturaleza, porque nos hemos alejado de ella, porque lo natural hoy nos parece extraño. La lactancia no es complicada, es que cada vez la conocemos menos. Porque antes de tener hijos escuchamos más publicidad sobre biberones y leches de fórmula que información sobre lactancia materna.
No se trata de hacer de la lactancia materna el mejor alimento, sino saber que es lo natural, que nuestro cuerpo está diseñado para amamantar y el cuerpo de nuestros hijos para recibir esa leche, que un recién nacido, es lo único que espera recibir.
Y que nadie piense que al escribir esto estoy poniendo en duda el desempeño como madres de quienes no amamantan. Todas las mamás hacemos lo mejor que podemos y creemos por nuestros hijos. Sólo deseo que nadie deje de amamantar por creer en mitos, en falsedades, por una mala asesoría, por un mal comentario, por no saber, por creer que su leche no alimenta, por hacer caso a profesionales equivocados. Lo deseo de todo corazón.
Yo también lo espero.
ResponderEliminarSe debería de dar más información sobre la leche materna,y en los hospitales(en Sevilla esto pasa)tener como la mejor elección la leche materna.
Seguramente esque a las marcas comerciales les conviene que no se informe sobre la lactancia materna,no????
Me alegro que al final consiguieras dar el pecho.Los beneficios para nosotras y para los peques son imnumerables!!!!
Besos!!!
Yo tengo ilusión por poder amamantar a mi hijo el día de mañana. Testimonios como el tuyo son de gran valor para todas aquellas mujeres que aún estamos a tiempo de evitar problemas con la lactancia por falta de información.
ResponderEliminarLa verdad es que mi experiencia fue un poco distinta, en U.S.A son PRO lactancia materna asi que en cuanto nacio, despues de haber limpiado y puesto panal, inmediatamente me los dieron para que le diera 45 minutos de cada pecho, y de ahi en adelante siempre estuvo conmigo, jamas se lo llevaron. Lo unico que afecto un poco la lactancia fue el hecho de que tuviera un poco de reflujo y el hecho de que yo regresara al trabajo, pero la verdad es que fue una gran experiencia. Por cierto super recomendad una pomaditan de lanolina creo que se llana Lansinoh o algo asi, para esas grietas y dolores cuando uno empieza a amamantar
ResponderEliminarTersina: Gracias por tus palabras, y sí, definitivamente falta mucho por hacer en cuestión de lactancia. Lo bueno es que cada vez hay más voces a favor de la información.
ResponderEliminarMamá Mimosa: Sé que lo vas a hacer muy bien cuando llegue el momento. Estás en el momento preciso para prepararte.
Diana: He sabido de las buenas prácticas pro lactancia que hay en Estados Unidos. La pomada que comentas, seguro que la pruebo con un próximo bebé jaja.. Saludos.