Somos mamíferos -aunque lo hayamos olvidado- porque tenemos mamas. Y todas las mamíferas hembras estamos diseñadas para amamantar a nuestra cría. Por lo tanto, todas somos capaces de nutrir al recién nacido con la leche que surge del interior de nuestro cuerpo, naturalmente. Es verdad que el concepto "natural" está completamente manipulado por la cultura, por eso detenermos en lo que es o no es "natural" suele resultarnos bastante complejo.
Ahora bien, hemos depositado tantas fantasías en el alimento, en lo que es bueno o no es bueno ofrecer al niño, que el "dar de comer" se ha convertido en todo un problema para las madres modernas. Incluso dar de mamar ha pasado a ser algo difícil de lograr, algo que hay que superar, controlar y estudiar al pie de la letra para tener éxito. Es extraño que en sólo cincuenta años hayamos logrado olvidar la naturaleza, la simplicidad y el silencio con el que las mujeres hemos amamantado a nuestros hijos desde que existe la humanidad.
La realidad es que la lactancia es fundamentalmente contacto, conexión, brazos, silencio, iintimidad, amor, dulzura, reposo, permanencia, sueño, noche, fantasía, sensibilidad, olfato, cuerpo en intuición. Es decir, nada más alejado de las recetas pediátricas y de todos los "deber ser" que pretendemos cumplir en el rol de madres.
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Para ser buena madre, creemos que debemos darle al niño lo mejor. Y si lo mejor es cuantificable, la lactancia falla.
La cuestión es que más allá de los deseos o ilusiones sobre el buen alimento, somos un ejército de madres que no podemos dar de mamar a nuestros hijos, somos unas madres a quienes nos sangran los pezones, se nos agrietan, nos duelen y para colmo de males, el niño vuelve a "pedir", como si no hubiera sido suficiente lo que mamó una hora antes. Tenemos la sensación de que las cuentas nunca dan buenos resultados en materia de lactancia. ¡Así no se puede vivir!
Pensemos en que ninguna de nosotras cría a sus propios hijos diferente de como vive la vida cotidiana. Si somos obsesivas y cuidadosas, así seremos en el vínculo con el niño. Si tenemos puesta nuestra identidad en el éxito profesional, así seremos con el niño. Si no podemos dejar de pensar, así seremos con el niño. Si tenemos miles de intereses personales, así seremos con el niño. Si la autonomía y la libertad personales son bastiones de nuestra identidad, así seremos con el niño. Si nos nutrimos de las relaciones sociales así seremos con el niño. En fin, revisando la vida que hemos construido antes del nacimiento de la criatura, podremos reconocer fácilmente qué distancia hay entre nuestra vida y la propuesta para una lactancia feliz. No una lactancia exitosa, porque al niño le importa bastante poco el éxito, el aumento de peso según las curvas establecidas o las horas de sueño. Hablo de la felicidad y bienestar del niño. Hablo del niño conectado, que busca la mirada de la madre y sonríe. Hablo del niño que no se conforma si no está en brazos. Hablo del niño sereno en la medida en que perciba el máximo confort.
Confort para el recién nacido es todo lo que se parezca al útero donde navegó durante nueve meses. Es decir, contacto permanente, alimento permanente, movimiento, calor, ritmo cardíaco, sudor, olor y dulce timbre de la voz de su madre. Si esto sucede, la leche fluye. No hay más secreto que el reposo, la disponibilidad corporal, la intimidad y la disponibilidad para tener al bebé "a upa" las veinticuatro horas del día.
La realidad cotidana de las mujeres es muy distinta. Solemos preparernos para el parto, pero no para la maternidad. O, en todo, caso no nos hemos preparado para abandonar la autonomía que hemos adquirido con mucho esfuerzo y voluntad.
Me parece muy interesante la reflexión de Laura Gutman, sobretodo cuando hace un paralelismo entre nuestra vida cotidiana y la forma como criaremos a nuestros hijos. Ahora bien, creo que una madre puede cambiar y aprender mucho de su propia maternidad.
ResponderEliminarClaro! La maternidad puede ser un pretexto para reencontrarnos. Y es algo que me pasa con Laura Gutman, la siento muy radical en ocasiones y me abruma, pero en esencia sus aportaciones me parecen valiosas.
ResponderEliminarSaludos, Mamá mimosa.
Muy interesante el artículo, debo admitir que he sufrido por lo que quiero dar a mi hija con respecto de lo que mi realidad me permite, por ejemplo yo quiero darle su teta a solicitud pero igual quiero hacer otras cosas que me hacen sentir mujer, profesional, esposa...finalmente gana el "máximo confort" que le doy a mi chiqui...claro no sin que se me arrugue el ♥ a veces.
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog...también te sigo.
Hola, Manuelita. Gracias por pasar o comentar. Lo que comentas es un sentimiento más común de lo que parece, pero pocas veces se platica por temor a parecer malas. Amamantar lleva implícito un esfuerzo extra, pero es cuestión de invertir imaginación para no descuidar los otros aspectos de nuestra vida que nos hacen sentir completas. Entre mamás nos podemos dar ideas. Seguimos en contacto. Saludos.
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