miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mi segunda cesárea

Han pasado casi cinco meses desde la última vez que publiqué algo en este blog. Hace cinco meses aún estaba embarazada y mi vida era un tanto diferente a lo que es ahora. Hace cinco meses, faltándome mes y medio para dar a luz, parecía tan posible hacer realidad mi deseo de vivir un parto natural que si alguien me hubiera dicho que iba a salir del hospital con una nueva cesárea a cuestas, no lo hubiera creído.

Probablemente en todo lo que yo imaginé que sería el nacimiento de Muriel quedó algún cabo suelto, algo no terminó de conectarse, algo de lo que no me percaté; y con esa pieza sin cuadrar inició el proceso. A las una de la madrugada se me rompió la fuente, a los cinco minutos tuve la primera contracción ya con dolor, todo empezó a intensificarse así que se llegó la mañana sin haber podido dormir nada. Alrededor de las doce de la mañana pedí un analgésico porque me estaba durmiendo parada, el procedimiento fue el mismo que para la epidural, cuando me puse en posición fetal para que me colocaran el catéter me quedé dormida, no me enteré de nada. Tuve dos horas de descanso, sin dolor, y pude dormir un poco. Después el efecto del analgésico empezó a disminuir.

Acompañada de Pedro pusimos en práctica todo lo que habíamos aprendido en la clase de preparación para el parto y lo que mi doctor nos había aconsejado. Movimiento, balanceo en la pelota, baño de agua caliente, presión en la baja espalda, más movimiento, más balanceo. Y las horas pasaron. Ya por la tarde yo estaba completamente agotada y sentía que había llegado a mi límite, no sabía cuántas horas más podía pasar así. Después de una plática con mi doctor y de escucharle decir con su voz cálida: "vamos a hacer lo que necesites", decidí entrar al quirófano. Sí, yo lo decidí, con la tristeza de quien ve partir el barco en el que se marchan sus seres queridos. 

El 30 de mayo de este año, después de 41 semanas de embarazo, a las 6:18 de la tarde nació Muriel, una hermosa y enorme bebé, pesando 4.870 kgs, idéntica a su hermano Mateo, una bebé grande y fuerte, que aguantó conmigo las casi 18 horas de trabajo de parto que no culminaron con lo que yo hubiera deseado para ella y para mí.

Que si el tamaño de Muriel pudo haber provocado que el parto no se diera (mi mamá dio a luz por parto a uno de mis hermanos con 4.800 kgs), que con el analgésico que me aplicaron se detuvo el proceso de dilatación, que debí haber aguantado más, que no confié en mi cuerpo, que me traicionó mi propio cerebro. Bueno, pudo ser todo a la vez

Esta vez, a diferencia de la primera cesárea, sólo yo soy responsable. Esta vez, no voy a decir que me robaron el parto, que la desinformación me hizo tomar malas decisiones, que el personal sanitario estaba en mi contra, que fui presionada en mi estado más vulnerable. No. Quizás es eso lo que más duele ahora. Pero ya no es un dolor que desgarra, ese ya lo pasé, acompañada y sostenida por las personas que más me quieren en este mundo. Hoy es un dolor sereno, maduro, responsable.

Mi doctor me habló de lo beneficioso y saludable que es el trabajo de parto para el bebé y para la madre, es un proceso en el que se activan ciertos mecanismos biológicos indispensables, sobre todo a nivel cerebral en el caso del bebé, el útero de la madre se recupera mejor y el cóctel de hormonas circulando propician otros beneficios (sobre este tema quisiera abundar en una próxima entrada). De ahí el daño que producen las cesáreas programadas.

Me siento muy agradecida por quienes aportaron su granito para que yo pudiera ir en busca de mi deseo, aunque no haya tenido el final que deseábamos. A Pedro, mi esposo, mi compañero en esa habitación, gracias por tus palabras, por tus abrazos, por el baño de agua caliente, por tus masajes, por estar aunque había momentos en los que no me percataba de ello. A mis papás por cuidar a Mateo y por entender desde el principio el motor de mi deseo. A mi doctor, por su presencia oportuna y por sus sabias ausencias, su trabajo vale cada peso de los honorarios que pagamos. Sé que el resto de las personas nunca llegaron a entender por qué me aferraba a la idea de un parto natural, pero sé que dentro de todo me deseaban lo mejor.

Y bueno, Muriel pronto cumplirá cuatro meses, ya podrán imaginarse lo grandota que es. Y como ocurrió cuando nació Mateo, ha sido la lactancia materna la que nos ha salvado (este tema también merece una entrada aparte). Esta vez todo ha sido sencillo y natural, el hecho de que Muriel haya nacido grande hizo que su succión fuera fuerte desde un principio y no tuvimos ningún problema.

Dejo esta, mi catarsis.

Feliz de regresar a la vida bloguera :)