Hoy las mujeres trabajamos a la par de los hombres, hecho que vivimos con orgullo y satisfacción. Además ninguna mujer está dispuesta a volver al pasado de sometimiento económico, religioso o moral. Nos sentimos libres al gozar por fin de la autonomía largamente merecida. Luego nos felicitamos mutuamente por la victoria de las libertades individuales. Hasta ahí estamos todos de acuerdo.
Quien posiblemente no esté tan de acuerdo sea el bebe recién nacido. Porque como mamífero humano, nació “sin terminar”. Es decir, va a necesitar nueve meses de “embarazo extrauterino” para completar los nueve meses de “embarazo intrauterino”, esperando encontrar la misma calidad de confort, placer, movimientos, alimento, olores, mirada y presencia que experimentó en el vientre de su madre. Este torrente de experiencias agradables podrá recibirlas dentro de un entorno femenino, o más precisamente, dentro de un entorno maternante.
Los bebes recién nacidos no fueron invitados a la fiesta de los tiempos modernos. No tienen voz ni voto en estas decisiones. Y las personas grandes no nos tomamos el trabajo de averiguar qué es lo que ellos -en su especificidad de niños muy pequeños- necesitan: básicamente seguir navegando en la sutileza de la energía materna. Pero hay algo más que permanece oculto en el pensamiento colectivo: la espontánea e íntima escucha de la madre al llamado del recién nacido y la intransferible conexión que cada mujer siente respecto al propio hijo.
Para permitirnos reconocer que la necesidad de permanecer juntos también es nuestra, las mujeres deberíamos sentirnos cuidadas, atendidas, apoyadas y sostenidas. Libertad no es depender de los propios recursos para subsistir. Libertad no es trabajar dobles o triples jornadas. No somos libres cuando somos expulsadas al mundo del trabajo viéndonos obligadas a abandonar a la cría. Eso es lo que nos han hecho creer -y hemos aceptado como cierto- engañadas con la zanahoria de la modernidad. En realidad, sólo somos libres cuando nos otorgamos las posibilidades de vivir a fondo cada etapa de la vida. Y el primer período de la maternidad es una muy especial. Además dura poco tiempo.
Imagen: Corbis
Fuente: lauragutman.com
Laura Gutman me parece muy buena escritora y pensadora, pero me parece que este tipo de textos son escritos con una generalización tremenda, y ya se sabe lo que se dice, que las generalizaciones son malas y puede que esto pueda herir los sentimientos de madres que NECESITAN dejar a su hijo o hija para proveerles de lasnecesidades básicas. Claro que entiendo que habla de esas mujeres que para sentirse realizadas prefieren trabajar, pero yo pienso que si duplico o triplico turnos no es por sentirme más mujer, si no por necesidad, eso lo aseguro.
ResponderEliminarYo identifiqué otro sentido al texto, más bien trata exponer el engaño de que al trabajar teniendo que alejarnos de nuestros hijos cuando más nos necesitan somos más libres, cuando en realidad es otra forma de sometimiento. Los buenos gobiernos invierten en otro sentido, para tener bebès y niños cuidados por sus padres en los primeros años. Pero en la mayoría de nuestros países no sucede así.
ResponderEliminarLas madres que están seguras de que lo que hacen es lo mejor de acuerdo a sus circunstancias y posibilidades, no tendrían que sentirse heridas. Este tipo de textos no se dirige a ellas, sino a quienes necesitan información para abrir los ojos a determinadas alternativas.
Saludos, Diana.
Pero es cierto, cómo dices, que a muchas personas Laura Gutman les resulta demasiado radical. Y en muchas ocasiones tienen razón, sólo hay que tomar lo que nos sirve y lo que no.
ResponderEliminarAhora sí, saludos! jaja..
A mi no me parece radical, me parece demasiado generalizadora, y eso es un arma de doble filo.
ResponderEliminarDespués de lo mal que lo pasé con comentarios y escritos sobre la lactancia, me curtí contra comentarios que pueden parecer que lo que hago es sinónimo de ser mala madre.