miércoles, 22 de febrero de 2012

El rancho de mis abuelos

Uno de los lugares más queridos para mí y del que guardo recuerdos muy valiosos es el rancho de mis abuelos. Era mi lugar preferido para pasar mis vacaciones de semana santa o de verano, en esas fechas coincidíamos varios de los primos y de verdad que la pasábamos muy bien. Sin luz eléctrica, ni tubería para el agua, vacas por todas partes, polvo por todas partes, podría parecer un destino no muy atractivo, pero para nosotros era lo mejor. Sin televisión, ni videojuegos, era necesario estar siempre inventando en qué entretenernos, ayudar a cocinar, a dar comida a las vacas, a limpiar (esto no siempre era de mi agrado), escuchar a mi abuelo tocar la guitarra y cantar o pedirle que por las noches nos contara historias de terror.

En junio del año pasado murió mi abuelo, y regresar al rancho y no verlo sentado en la mesa tomando café fue muy extraño. Ahora viven ahí mi abuela y una tía, supongo que para mi abuela permanecer en el rancho es su manera de sobrellevar la ausencia del que fue su compañero por casi 54 años.

Ya no soy más la niña, ni la adolescente de antes, ahora visito el rancho de mis abuelos con mi hijo de 2 años y embarazada de nueva cuenta, y no puedo dejar de pensar en que todo lo que mis abuelos construyeron con sus propias manos hoy lo disfrutarán mis hijos y los hijos de mis hermanos y de mis primos. Ellos no sabrán cuánto esfuerzo y cuánto sudor hay detrás de todo aquello (lo sabrán de nuestra boca), pero los que vivimos esos bellos tiempos veremos a mis abuelos en cada sonrisa, en cada juego, en cada aventura que nuestros hijos vivan ahí.

Me siento muy afortunada de poder regresar a ese lugar cada vez que quiera, de mostrarle a Mateo la naturaleza tan de cerca, de que pueda acariciar una vaca o un becerrito, que podamos pizcar albaricoques, de hacer caminatas por el monte, subir a la Loma de las mujeres y mientras viva mi abuela, disfrutar de su riquísimo pan. Las mismas cosa que yo hice de niña hoy las comparto con mi hijo.

El corral



Los becerros a comer



Mateo quiere ayudar pero con un poco de miedo. Me gusta ver la sonrisa de mi abuela.



Ahora sí, con más confianza.



Y quiere seguir.



Muy contento trepado en el árbol.



Mateo con su abuela y bisabuela.



Con el gato Fili.



Por la noche, amasar y dejar reposando el pan.



Mateo hará sus propios panes.















Hornear por la mañana y disfrutarlos en el desayuno.



Los panes de Mateo no tiene la forma que él esperaba.
Se le ve un poco desilusionado.



El árbol de albaricoques que por mayo estará rebozando.

viernes, 10 de febrero de 2012

Visitando la Ludoteca

Esta mañana fuimos a la Ludoteca de la Casa de la cultura de la ciudad, a esa hora no hay más niñs, al parecer hay mucha más actividad por la tarde, así que Mateo disfruto a sus anchas de todo, éramos los únicos ahí.

Empezamos con el bingo. Le gustó mucho identificar números y luego encontrarlos en su tarjetita.


Claro, darle vuelta a la tómbola y ver salir las bolitas también.






Luego, a identificar los dedos de las manos.


Dos aros verdes, excelente para identifiar lo grande y lo pequeño.




!Un martillo!


Cada cabeza de animal en el cuerpo que le corresponde.



Hay que pensar un poco.


Aprovechamos para pasar por la biblioteca y pedir para llevarnos a casa dos libros que han sido todo un éxito. Para la próxima hablaré de ellos, en especial de uno que ha sido todo un descubrimiento.

!Saludos!